Wednesday, August 03, 2005

La entrevista

Hay muchas maneras de presentar una entrevista. Las más frecuentes son dos:
  • Transcribir las preguntas y respuestas textuales ordenadas por el redactor según un criterio noticioso.
  • La otra es intercalar la descripción del entrevistado, el lugar o el contexto con las declaraciones textuales.

Por donde comenzar

  1. Preparase para una entrevista: Antes de una entrevista es preciso: Investigar sobre la persona a la cual vas a entrevistar. Revisar las entrevistas pasadas que se le hizo al entrevistado.
  2. Determine el eje de la entrevista. Es mejor enfocar en un tema y tratarlo a profundidad que preguntar de todo y pasar de manera superficial.
  3. Escriba una lista tentativas de preguntas,
  4. Prepárese para la repregunta. Esta última resultará más importante al final, porque en la conversación saldrá la información más específica o novedosa.
  5. Transcrita la entrevista ordene las respuestas según su importancia periodística. No es necesario que tengan un orden cronológico. El redactor tiene la prerrogativa de ordenar la aparición de las respuestas siempre y cuando no cambie el sentido de la declaración. Marque en negritas las preguntas para que el lector diferencie de manera gráfica al entrevistado del entrevistador.
  6. Escriba el título de la entrevista: Este debe ser la declaración más saltante o la más noticiosa en términos de utilidad para la comunidad.
  7. Escriba una introducción de tres líneas del personaje entrevistado y porqué se le entrevista.

Ejemplo de entrevista

En el colegio la supervivencia depende de la intuición

A Sergio Vilelan (25) hay que seguirle la pista. Su primer libro El Cadete Vargas Llosa publicado por la editorial Planeta y prologado por Alberto Fuguet lo han convertido en uno de los escritores más interesantes de no ficción. Actualmente es sub-editor de la revista Etiqueta Negra. Lo que sigue es su testimonio sobre el primer día de clases. Una historia de adaptación y supervivencia.

Por Daniel Flores Bueno


¿Cómo recuerdas tu primer día de clases en el colegio?

No creo que haya existido en el mundo ningún niño más llorón que yo. Estuve tres años en el nido y todas las mañanas, cuando cruzaba la puerta, me ponía a chillar. Nunca terminé de entender el porqué de mi terror, aunque si recuerdo que hasta mis compañeros se acostumbraron a mi ritual diario. Y a veces algún solidario se sumaba. Cuando entré al colegio toda mi familia apostó que volvería locos a los profesores con mi costumbre. Pero me curé. Llegué a mi casa tras el primer día de clases y todos me preguntaron: «¿Lloraste?» Y yo les dije que ya era grande, que ya estaba en el colegio.

¿Crees que el colegio es el primer espacio en donde uno recibe un curso acelerado de adaptación y supervivencia?

El colegio es la primera experiencia tribal. La primera vez en que uno se convierte en parte de un grupo y aparece la comparación como forma de mirar el mundo. Porque la adaptación y la supervivencia nacen de allí, de comparase con los demás y de entender qué lugar ocupa cada uno en la tribu. La supervivencia depende de la intuición que uno tenga para entender la dinámica del grupo, y con quién se hacen las alianzas.

¿Qué te dio el colegio y que no te dio?

Estuve en dos colegios muy opuestos. Uno te exigía que vayas a misa los domingos y el otro te exigía pensar. En uno te llaman por tu apellido y en el otro por tu nombre. En uno la disciplina era el valor más importante y en el otro la creatividad. Pasé de ser un recluta a ser una persona. Y creo que ese equilibrio fue perfecto. Porque después de haber vivido dos vidas escolares tan diferentes podía valorar y entender que el mundo también tiene esos matices.

¿Qué habilidades tuviste que aprender fuera del colegio y que hoy utilizas para sobrevivir?

El ejercicio más difícil de todos: el de la empatía. Practicar ese juego en el que hay que ponerse en los zapatos del otro para tratar de entenderlo y luchar contra la vocación tan humanamente egoísta siempre es difícil.

¿Tienes algún recuerdo de un maestro inolvidable?

Tuve dos. Uno era un tipo que enseñaba Lengua y que nos leía poesía, nos enseñaba a jugar ajedrez y nos hacía memorizar palabras en latín, cuando estábamos en quinto grado de primaria. El otro era un profesor de física, medio loco, que mientras estaba en la secundaria financió un proyecto que le presenté y que además terminó por exonerarme de sus clases con tal de verme trabajar en el laboratorio durante muchas horas.

Foco: primer día de clases, adaptación al colegio.